La Generación de los Ídolos Alterados: Logan Paul, IShowSpeed y el Culto a la Estupidez

Por Victor D Manzo Ozeda. 

En el espectáculo grotesco de la cultura moderna, hemos presenciado un fenómeno tan desconcertante como revelador: la ascensión de figuras como Logan Paul e IShowSpeed al panteón de la fama digital. Estos personajes, cuya notoriedad se debe más a su capacidad de comportarse como homínidos alterados que a cualquier mérito creativo o intelectual, son venerados por una generación que parece haber confundido la notoriedad con la relevancia, y la grosería con la autenticidad.

No es de extrañar que, en un mundo donde la atención es la nueva moneda de cambio, estos "influencers" prosperen al encarnar la versión más cruda y desinhibida del ser humano. Logan Paul, quien saltó a la fama con videos que bordean lo patológico, y IShowSpeed, con su griterío desenfrenado y comportamiento errático, son exponentes de una cultura que ha perdido de vista el valor del contenido con sustancia, sustituyéndolo por el ruido y el espectáculo vacío.

Lo preocupante no es solo que existan estas figuras, sino que sean idolatradas por una audiencia masiva que absorbe sus acciones como entretenimiento puro. Este culto a la estupidez no solo desvaloriza el discurso público, sino que también refuerza la idea de que para ser exitoso en la era digital, es preferible ser escandaloso antes que ser talentoso, ser vulgar antes que ser reflexivo.

Esta generación, a la que podríamos llamar sin mucho esfuerzo "imbeciloide", no está simplemente consumiendo contenido; está internalizando un modelo de conducta que glorifica la ignorancia y la falta de empatía como virtudes. En lugar de aspirar a la excelencia, a la creatividad o al pensamiento crítico, se nos presenta un desfile de figuras que parecen premiadas por su capacidad de degradar la conversación, banalizar los valores humanos y, en última instancia, embrutecer a quienes los siguen.

¿Qué nos dice esto sobre el estado de nuestra cultura? Que hemos cruzado un umbral peligroso donde la popularidad y la influencia ya no se miden por el impacto positivo o la contribución significativa al discurso social, sino por la capacidad de provocar, de ser visto y compartido, independientemente de la calidad o el mensaje del contenido. El resultado es una generación que, en su afán de emular a estos ídolos vacíos, corre el riesgo de perder no solo su capacidad de discernimiento, sino también su humanidad.

Así, nos encontramos en un momento cultural en el que la estupidez se ha convertido en un espectáculo, y el espectáculo, en la norma. Logan Paul, IShowSpeed y otros como ellos no son tanto los culpables, sino los síntomas de una enfermedad más profunda: la erosión del sentido común y la inteligencia en favor de una cultura que celebra lo grotesco y lo superficial. 

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