La Mediocridad como Herencia: El ADN Nacional
Por Victor D Manzo Ozeda. Es un hecho: en México, la mediocridad no es una falla circunstancial, sino un componente esencial de nuestra genética cultural. Esa mediocridad que nos atraviesa como un veneno lento, insidioso, y que, con un toque irónico, hemos aprendido a abrazar con resignación. No importa si eres un ejecutivo de una empresa trasnacional, resguardado tras cristales impecables en la torre de la Roma, o un recolector de basura barriendo las calles a media luz. La constante es la misma: hagas lo que hagas, lo harás con una desgana tan bien ensayada que parece innata. El ejecutivo, trajeado y con sonrisa de plástico, es el epítome de la profesionalidad vacía. En las juntas interminables, donde se juega a decidir algo sin decidir nada, su verdadero talento no radica en la capacidad para liderar o innovar, sino en la destreza para parecer ocupado. Produce documentos llenos de jerga, de neologismos que suenan a modernidad, pero que no significan nada. Lo que se espera de él no