"Amiguismo y Mediocre Meritocracia: El Circulo de los Incompetentes"

Por Victor D Manzo Ozeda. 

El amiguismo en las empresas, esa especie de nepotismo de oficina donde los vínculos personales pesan más que la competencia profesional, es una plaga que socava el espíritu mismo de la meritocracia. Esta práctica, común en el escenario corporativo, eleva a mediocres a posiciones de poder, no por sus habilidades o su visión, sino por su capacidad para cultivar relaciones estratégicas, frecuentemente a la sombra de la camaradería más trivial.

En este teatro de la incompetencia disfrazada, los jefes mediocres son a menudo los protagonistas. Dotados de una habilidad camaleónica para adaptarse y adherirse a las figuras de poder, gestionan no mediante la innovación o el liderazgo inspirador, sino a través de la manipulación y el favoritismo. El resultado es un ambiente laboral donde la innovación se estanca, el talento genuino es relegado y la moral de los empleados se erosiona bajo el peso de la injusticia percibida.

La ironía de este escenario es que, mientras las empresas proclaman valores de igualdad de oportunidades y competencia justa, frecuentemente operan bajo un sistema que favorece todo lo contrario. El amiguismo no solo premia la mediocridad, sino que perpetúa un ciclo vicioso de rendimiento subóptimo. Las empresas, en su visión miope hacia la eficiencia a corto plazo, ignoran las repercusiones a largo plazo de tal práctica: la pérdida de competitividad, la fuga de talentos y un clima empresarial tóxico.

Los jefes mediocres, amparados por su red de conexiones, se convierten en señores feudales de dominios corporativos, donde las decisiones se toman en los sabados de borrachera más que en las salas de juntas. En este contexto, los empleados que ascienden son a menudo aquellos que juegan el juego del adulador más hábilmente, en lugar de los innovadores y los trabajadores verdaderamente eficientes.

Este amiguismo institucionalizado es un reflejo de una cultura más amplia de cortoplacismo y aversión al riesgo, donde se premia la seguridad de lo conocido sobre el potencial de lo nuevo y posiblemente revolucionario. Es un circo de los incompetentes, orquestado bajo la batuta de la mediocridad, donde la rutina cambia y los payasos simplemente giran en un círculo interminable de conformismo.

En resumen, mientras el amiguismo siga siendo la moneda corriente en el mundo empresarial, las organizaciones se encontrarán perpetuamente ancladas, incapaces de alcanzar las alturas que la verdadera meritocracia podría permitirles. Es un sistema diseñado no para propulsar a los mejores hacia adelante, sino para mantener en el poder a aquellos cuya mayor habilidad es mantenerse a flote en la mediocridad.

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