"Dross: El Oscuro Encantador de la Era Digital"

Por Victor D Manzo Ozeda. 

Dross, el seudónimo de Ángel David Revilla, ha sabido cultivar un jardín de lo grotesco que florece en la pantalla de cada espectador. Este venezolano ha transformado el arte de narrar lo paranormal en un espectáculo que captura a millones con una mezcla de fascinación y repulsión. Sin embargo, es crucial preguntarse: ¿Cuál es el impacto real de consumir su constante desfile de horrores y misterios?

El contenido de Dross destila una atracción casi magnética por lo macabro y lo perturbador, apelando a un voyeurismo que se deleita en el miedo y la ansiedad. Este enfoque, aunque indudablemente popular y comercialmente exitoso, perpetúa una narrativa que a menudo bordea lo irresponsable. Dross se adentra en terrenos que pisan la línea entre el entretenimiento y la explotación del morbo, una práctica que, aunque lucrativa, raramente eleva el entendimiento o la empatía entre su audiencia.

Su estilo, marcado por un cinismo juguetón, a veces desvía la atención de la necesidad de una reflexión más profunda sobre los temas que aborda. Las teorías de conspiración y los encuentros paranormales son presentados con una seriedad que roza lo creduloso, mientras su narrativa sugiere una realidad alternativa donde la lógica y la razón son a menudo espectadores pasivos.

Además, el influjo de Dross en la cultura digital no es menor. Su capacidad para moldear percepciones y mantener a su audiencia en un estado constante de tensión, puede tener repercusiones más allá de la pantalla, alimentando una cultura de miedo y desconfianza. Es un juego pardo en el que la luz de la verdad es a menudo opacada por el espectáculo del terror.

En conclusión, mientras Dross ha encontrado una fórmula para capturar y mantener la atención de su audiencia, su impacto merece una crítica rigurosa. No basta con entretener y explotar el morbo; la responsabilidad de informar y educar, incluso a través del género del horror, no debe ser ignorada. En su teatro de lo oscuro, Dross juega a ser marionetista, pero ¿a qué costo para su audiencia?

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