"Mr. Beast para Presidente: La Ilusión de la Filantropía como Política"

Por Victor D Manzo Ozeda. 

En el escenario actual, donde la línea entre celebridad y política se desdibuja alarmantemente, resurge la idea pueril de que Mr. Beast, famoso por sus donativos virales en YouTube, podría ser un buen presidente. Atrayente para muchos, este pensamiento se alimenta del precedente de Donald Trump, un empresario y estrella de reality show que ocupó la presidencia de los Estados Unidos. Sin embargo, este argumento omite una distinción crítica entre ambos personajes y minimiza las complejidades inherentes al gobierno de una nación.

Donald Trump, antes de su presidencia, aunque controversial, tenía una larga trayectoria en negocios internacionales y en la gestión de grandes corporaciones, una preparación, aunque no convencional, que involucraba tomar decisiones ejecutivas y una cierta familiaridad con la geopolítica y la economía global. Además, su campaña se apoyó en una retórica que, aunque divisiva, resonó con sectores significativos del electorado estadounidense en temas de política nacional e internacional.

En contraste, Mr. Beast, cuya fama proviene de regalar grandes sumas de dinero de manera espectacular, no tiene experiencia en gestión pública, toma de decisiones políticas ni conocimiento evidente de los mecanismos de la economía o la diplomacia. La habilidad para generar contenido que atraiga millones de vistas en YouTube es un talento indudable, pero no se traduce automáticamente en la capacidad para manejar los intricados desafíos de un país. Su experiencia se limita al entretenimiento digital, un campo lejano a las rigurosas demandas del servicio público.

El impulso de sugerir que Mr. Beast podría hacer un mejor trabajo que un político real porque "sabe regalar dinero" subestima grotescamente lo que la administración pública implica. La gestión de un estado no es una serie de actos filantrópicos bien publicitados, sino una compleja orquestación de políticas que afectan la vida de millones de personas. Requiere un entendimiento profundo de la ley, la economía, los derechos humanos, la seguridad y innumerables otros campos que no se dominan a través de la popularidad en redes sociales.

Así, mientras que Trump pudo no ser del agrado de todos y su legado es ampliamente debatido, entró a la arena política con un conjunto de habilidades que, al menos superficialmente, se alineaban con las funciones de un jefe de estado. Mr. Beast, por otro lado, representa una nueva forma de celebridad cuya posible candidatura sería el resultado no de una credibilidad política o experiencia, sino de un fenómeno de cultura pop que confunde el carisma con la capacidad para gobernar.

En conclusión, aunque la fama puede construir una plataforma, no construye la competencia necesaria para liderar un país. El hecho de que la presidencia de Trump se tome como justificación para proponer a figuras como Mr. Beast como líderes políticos es un síntoma preocupante de nuestra era: una era que confunde entretenimiento con eficacia, y popularidad con aptitud para gobernar.

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