"Reguetón: El Ritmo del Vacío^

Por Victor D Manzo Ozeda. 

En el vasto panorama de la música actual, el reguetón ha surgido como un fenómeno omnipresente, una fuerza que ha permeado todas las capas de la cultura popular. Sin embargo, detrás de sus ritmos contagiosos y su innegable capacidad para mover masas, se esconde una realidad menos glamurosa: el reguetón es, en su esencia, un ejercicio de repetición y superficialidad que refleja lo peor de nuestra era musical.

El género, nacido de una amalgama de dancehall, reggae y hip hop latino, ha capturado la imaginación de una generación, pero al costo de sacrificar la profundidad y la innovación. Las letras del reguetón, plagadas de referencias sexuales y materialistas, ofrecen una visión reduccionista y banal de la vida. Cada canción parece un eco de la anterior, con sus cadencias predecibles y su insistente martilleo de beat.

Los exponentes más reconocidos del género, como Daddy Yankee, Bad Bunny y J Balvin, han alcanzado estatus de superestrellas, pero sus aportaciones a la música, cuando se analizan en detalle, revelan una pobreza creativa alarmante. Sus éxitos comerciales son más un testamento al poder de la mercadotecnia y la repetición que a cualquier talento musical extraordinario.

El reguetón, con su apabullante popularidad, se ha convertido en el símbolo de una industria musical que prefiere el lucro rápido a la exploración artística. Sus melodías pegajosas y letras insípidas son diseñadas para el consumo masivo, desechables como los productos de moda rápida que reflejan. En lugar de desafiar al oyente, el reguetón lo adormece, ofreciendo una distracción vacía en lugar de una experiencia enriquecedora.

En resumen, el reguetón es la música del momento, pero no de la posteridad. Es el ruido de fondo de una era que valora el volumen sobre el contenido, la repetición sobre la innovación. Y en su insaciable búsqueda de la próxima gran pista de baile, se olvida de lo más importante: el alma de la música misma.

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